Clonación e identidad; planteamiento de la paradoja de la conciencia

Hace poco tiempo cursé el propedéutico de la maestría en Filosofía en la UdeG, y me tocó trabajar en una modalidad que nunca habia experimentado; en WIKI. Es en esta donde trabajé al lado de otros 5 compañeros para construir un ensayo del cual propuse el tema y dejo a continuación, sin revizar ni nada, así que disculpen las faltas gramaticales y de ortografía.

Les pongo la parte del ensayo que a mi me tocó escribir, por lo que parecerá que le falta conclusión y algún apartado, pero sólo puedo compartir aquello que yo elaboré, por mera ética y respeto a los demás participantes. Espero críticas.



Clonación e identidad; planteamiento de la paradoja de la conciencia

1 – Introducción
La problemática existente en torno a la identidad personal la podemos ubicar en dos puntos. El primero que habla de como la identidad personal se encuentra en la conciencia (nótese que Locke no distingue entre memoria y conciencia) de uno mismo, como un sentido inherente al hombre que lo vuelve consciente de si mismo. Más adelante podremos observar como esta tesis es falseable, ya que su dependencia es muy endeble.
La segunda discusión en torno a la identidad es aquella que señala que esta es identificada por medio de la conciencia del cuerpo, es decir, de un todo que responde a características F idénticas; en el sentido de que el cuerpo A es consciente de ser el cuerpo A, ya que A necesariamente es A, por lo que podríamos afirmar su identidad.
2 – El otro en nosotros
La tesis de Locke va por el camino de señalar que no es posible concebir una situación en que la identidad del cuerpo sea necesaria, a comparación de las otras condiciones que son necesarias y suficientes para distinguir dicha identidad, como sería el caso de la conciencia. En este sentido es posible aceptar la tesis de Locke, ya que un cuerpo no es prueba suficiente para referenciar la identidad del mismo cuerpo, es decir, en el sentido de similitud exacta que define Weirob (Perry, John. Diálogo sobre la identidad personal y la inmortalidad) podríamos hablar que a pesar de que un cuerpo es similar exactamente a otro, debido a las características que comparten, como el largo del pelo, color de la piel, uñas, etc, esto no nos lleva a afirmar que la identidad personal se encuentre en dichas características.
Bernard Williams, en su colección de ensayos Problems of the self, defiende que la identidad del cuerpo es siempre necesaria para la identidad personal. Ejemplifiquemos su pensamiento. Imaginemos que dos amigas hablan en torno a un actor de cine de Hollywood, del cual se acuerdan de su nombre pero no lo logran identificar en su memoria, lo que hacen estas amigas es repasar aquellas películas en las que este actor se ha encontrado hasta llegar al referente del cuerpo, ya que la única manera de encontrar continuidad en la referencia “él”, señala Williams, es a través de la continuidad de la referencia de su cuerpo, de esta manera las amigas pueden referenciar de manera correcta el nombre con el cuerpo que lleva el nombre.
Ahora bien, si continuamos con este ejemplo, podemos observar como quedan algunas preguntas en el aire, ya que es posible usarlo como contraejemplo de la teoría del cuerpo como referencia de identidad. Supongamos que estas mismas amigas no tienen clara la referencia del nombre de cierto actor (supongamos a Johnny Deep, sólo para ejemplificar ya que el nombre en este ejemplo no viene al caso por su sentido maleable), para este caso las amigas procederían a identificar a el cuerpo por medio una serie de nombres de personajes que ha representado en la pantalla, personajes que tienen una memoria y un carácter diferente entre sí, esto si queremos hablar de verosimilitud, y es en este sentido que el único rasgo de identidad reconocible y necesario, es el cuerpo (aunque este argumento presenta otro problema, que la identidad de los personajes interpretados por el actor, al no estar delimitadas por el cuerpo, pueden encontrarse dentro de sus características personales, a menos que aceptemos una multiplicidad de identidades, tema al cual no nos adentraremos y que Williams ya ha hablado de manera muy amplia).
Al respecto Williams nos advierte:
Identity of body is at least not a sufficient condition of personal identity, and other considerations, of personal characteristics and, above all, memory, must be invoked. (Williams, Bernard)
De aquí que sea necesario crerrar, aunque sea parcialmente, parte de nuestro esquema de identidad, a través de reglas y nociones básicas, para no caer en la vacuidad de una afirmación precipitada. Si bien Williams señala que la identidad del cuerpo no es suficiente para hablar de identidad personal, también llega a afirmar que la identidad de la memoria (conciencia en Locke) se encuentra en la misma posición. Bernard Williams nos plantea esta dificultad en el caso de Charles y Guy Fawkes, en el que el primero afirmaba ser el segundo porque poseía todos sus recuerdos y se identificaba a si mismo como tal, a lo que dice que los recuerdos no son pueden formar esta identidad, sino que el otro debe demostrar características y habilidades suficientes que le den la identidad del sujeto que dice ser, dicjo de otra manera, llega a la resolución con un truco lógico para estipular diferencias:
El hombre que hizo A
El hombre que vio E
Esto separa a Charles, el que vio los recuerdos del otro y que confusamente cree ser el segundo, de Guy Fawkes, quien es aquel que efectivamente hizo todo aquello que los dos pueden recordar. En este sentido es necesario la introducción de un tercero, aquel que afirma que efectivamente Fawkes es quien es, y quien realizó lo que recuerda haber realizado, caso contrario al del primero que no puede obtener una verificación a su creencia. Asimismo es necesario señalar que lógicamente no es imposible que dos sujetos hayan contemplado el mismo suceso o compartan la misma memoria, ya sea por clarividencia, muy poco probable, o por medio de la suplantación de la conciencia a través de avanzada tecnología, pero esto sólo nos remite a afirmar que sólo uno de estos sujetos posee su identidad personal, real ya que sólo un sujeto puede hacer lo que afirma haber hecho, mientras que el otro sólo posee una apariencia de esta identidad.
While there can be unwitnessed token events, there can be no unwitnessed token actions; moreover, as we noticed above, each token action can be performed by only one person. (Williams, Bernard)

4 – El clón y la identidad
Si aceptamos lo que dice Wittgenstein en sus Investigaciones filosófcas, II, que la mejor pintura del alma es el cuerpo humano, y tomamos alma en un sentido simple como la suma de todas las memorias de un individuo, podemos decir que la identidad se encuentra justo en la correlación exacta y el reconocimiento de la primera con la segunda.
Supongamos, para efectos de este apartado, que la clonación humana es posible y probable, ya se ha llevado a cabo en animales aunque aún no se puede asegurar su óptimo funcionamiento, a lo que ejemplificaríamos de la siguiente manera. Un sujeto de nombre A acudió a cierto laboratorio experimental para llevar a cabo una clonación de su cuerpo y su conciencia. Supongamos que por medio de procedimientos que desconozco, la clonación fue exitosa después de unos años, y se logró un sujeto A1, es decir, el clon, con las mismas características que A, misma memoria, mismo cuerpo, y que afirmaba ser A y no A1.
En este caso podemos afirmar que A1 dice tener la identidad de A, mientras que A afirma ser efectivamente A, en este sentido, la única diferencia existente entre los dos sujetos se encuentra en la identidad legal de A, es decir, A está certificado para ser A, mientras que A1 se encuentra sin identidad legal y con una identidad personal ajena, si podemos afirmar esto. En este caso no podemos asegurar que efectivamente A1 no tenga identidad, ya que en el momento que se pone en marcha, que tiene rasgos, cuerpo y memoria, podemos definir su identidad, además de separarla de la identidad de A, ya que a partir de que los dos se encuentren juntos, a pesar de ser iguales, no serán iguales lo que los defina de ese momento en adelante.
Supongamos que anulamos este último párrafo; el clón no posee una identidad legal y su identidad será sólo la apariencia de aquel sujeto que posee la identidad legal y, por ende, su identidad personal real. Esto nos lleva a la pregunta ¿realmente A1 no posee recuerdos ni memoria reales sino sólo la apariencia de una memoria que es realmente de A? Efectivamente, de hecho, si retomamos la cuestión de que la identidad personal, en caso de ser requerido, debe ser identificada por el otro, aquí sólo podría serlo por las personas que llevaron a cabo la clonación, ya que de salir A1 en lugar de A a las calles de regreso a su casa, parecería imposible percatarse de un cambio real en la identidad de la persona, inclusive imposible para A1.
La correlación entre memoria y cuerpo es innegable, pero debemos encontrar algo en esta relación que no funcione para hacer del individuo clonado un ser sin identidad, o al menos, no con la identidad que dice tener, ya que esta pertenece a alguien más. Aquí, en este caso, no funciona lo señalado por Williams, que sería la relación del sujeto con el hecho por medio de un tercero, ya que tanto cuerpo como memoria son iguales en A y A1, asimismo tampoco podemos hacer uso del mismo Williams, cuando dice “but that the real role of memory is to be seen in the way it reveals a man to himself”, ya que en este caso el sujeto se reconoce como tal y sin cambios y encuentra su identidad a través de concebirse como tal en su cuerpo (no en la memoria, sino en la relación).
La única manera de salir de este embrollo podría ser al echar uso de herramientas lógicas, o más precizamente, de la ley de sustitutividad de los idénticos, a pesar de ser considerada paradógica por algúnos filósofos como David Wiggins. Esta ley nos dice, en palaras de Kripke, que A y A1, en el caso de ser identicos poseen las mismas características, pero nos da una cláusula que viene muy a juego con o propuesto, el objeto o sujeto en cuestión debe ser necesariamente identico a si mismo, requisito que en este caso sólo cumple el sujeto A y no A1 al tratarse de un clon, quien simplemente contiene una similitud exacta, en palabrar de Weirob (John Perry).
5 – Peirce
Como hemos visto, pareciera que la identidad se encuentra íntimamente relacionada con el cuerpo, la memoria y el nombre que referencia, siempre y cuando este último requisito se cumpla podemos decir que efectivamente el sujeto es idéntico a si mismo. Por todo esto podemos señalar que la identidad se encuentra expuesta a partir de una triada, que se interrelaciona de tal manera que permite el reconocimiento del sujeto a partir de su memoria.
Reconocer la identidad del otro, podría decirse, es un mero ato de interpretación de los signos arriba señalados, es decir; para reconocernos en el otro, para saber que no somos idénticos al otro, es necesario, primeramente reconocer nuestra propia identidad, a través de la puesta en marcha de mecanismos inconscientes complejos que llegan a la certeza de que somos idénticos a nosotros mismos sin la necesidad de vernos en el espejo, a partir de este reconocimiento es como podemos interpretar al otro, como el ejemplo propuesto arriba del caso de las amigas que reconocen la identidad de algún actor de cine. Este sentido, el reconocimiento de la identidad, al ser un acto del inconsciente, cuando se reconoce a si misma, y consciente al reconocer al otro, es un mero acto de interpretación.
Esta tripe naturaleza de la identidad (cuerpo, memoria y nombre) nos llevan a estudiarla como Charles Sanders Peirce vio en las características del signo lingüístico, es decir como una unidad de tres caras que, a diferencia de Saussure que señalaba dos y lo concebía como un signo biplano, pueden llevarnos un esquema de reflexión sobre lo aquí propuesto.
Ahora bien, Peirce dota al signo lingüístico de tres unidades esencialmente entrelazadas entre si: El referente, u objeto de la realidad, el significado, que es el concepto o abstracción, y el significante, o aquello que logramos percibir por nuestros sentidos.
Sobreponiendo esta teoría a la de identidad podemos dotar a este concepto de tres momentos unidos entre si, que formarían lo que es la identidad personal. Tenemos el caso del nombre propio, que es aquel que en su relación correcta con el individuo, forma la identidad legal de la persona, este nombre propio vendría a ser el referente del sujeto, ya que es una manera de asociar a el cuerpo y la memoria con un objeto real, osea, con el nombrado. De igual manera podemos continuar, si Peirce dice que aquello que captamos con nuestros sentidos es lo que da forma al significante, en este punto podríamos afirmar que en cuestiones de identidad se trataría de el cuerpo, ya que es lo único que da forma un sujeto y que lo lleva a percatarse de que realmente es él, aún sin el uso, algo imposible, de la memoria.
La cuestión del significado es algo más compleja, ya que algunos como Saussure defienden que se trata de una imagen visual, mientras que Peirce va más allá y señala que el significado son los rasgos que a través de la abstracción, captamos del otro, en este sentido, podemos afirmar que las características personales, como el humor, carácter, vivencias, entre otros, que conforman parte de la identidad, vendrían a formular aquí el significado, como rasgos que abstraemos de nosotros mismos, conceptos que nos llevan a referenciarnos con nuestro nombre y nuestro cuerpo.
Concebir la identidad como signo nos abre la pauta a señalar que la identidad personal se confiere de tres momentos firmemente entrelazados, y que la única manera de llevar a cabo una correcta apreciación de la misma, o de reconocer la identidad a través de ser idéntica a si, es a partir de esta concepción.
Pensar así el fenómeno de identidad personal nos lleva a otra problemática, a saber, a la necesidad de aceptar las características propias del signo lingüístico, que más que alejar la identidad de esta teoría, la acercan, me refiero a la arbitrariedad del signo (identitaria) y a su inmutabilidad (identitaria).
Volviendo al ejemplo del clon y el clonado, arriba expuestos, el sujeto que llamamos A poseería un referente, su identidad legal, un cuerpo, su significante, y un cúmulo de información en la memoria, aunado a sus características individuales, que formarían su significado. En el caso de A1 solamente poseería un significante, un cuerpo que idéntico a si mismo, mientras que en el caso del significado no podríamos afirmar que se trate de algo verdadero, ya que vendría a ser sólo la apariencia de un significado, es decir, el clon no posee características y recuerdos reales, debido a que no los puede constatar con su realidad. Asimismo, en cuanto al referente, el clon no posee una identidad legal, un nombre legalmente dado, a pesar de su creencia de llamarse de determinada manera no podría constatarlo. Si consideramos las características propias del signo, podríamos decir, por la arbitrariedad, que no existe diferencia entre A y A1, debido a que esta característica nos dice que el referente X (nombre) puede estar asociado tanto a A como a A1, de tal manera que de perecer A en la clonación, A1 obtendría su identidad legal. Pero si igualmente pensamos en la inmutabilidad del signo en rasgos de identidad, podríamos decir que A1, a partir de la perspectiva sincrónica, no podría constatar con el otro, el que observa o la comunidad, los rasgos y el significado que señala como suyos, ya que el, si consideramos la cuestión espacio-temporal, no ha efectuado las acciones que dice haber realizado, y estas, recordando a B. Williams, sólo pudieron haber sido realizadas por una persona, osea A.
Es el caso que A1, volviendo Russell, no podría constatar su creencia de ser A, además de que su memoria, sus características, su significado que da pie a su significante, sería sólo una apariencia de la realidad misma.
Bibliografía
KRIPKE, Saúl – Identidad y necesidad. Cuadernos de Crítica. Universidad Nacional Autónoma de México; México D.F., 1978
KRIPKE, Saúl – El nombrar y la necesidad. Universidad Nacional Autónoma de México; México D.F., 2005.
PEIRCE, Charles S. Collected Papers of Charles Sanders Peirce, vols. 1-8, C. Hartshorne, P. Weiss y A. W. Burks (eds). Cambridge, MA: Harvard University Press. Edición clásica de los escritos de Peirce.
PERRY, John – Diálogo sobre la identidad personal y la inmortalidad. Cuadernos de Crítica. Universidad Nacional Autónoma de México; México D.F., 1984.
RUSSELL, Bertrand. Los problemas de la filosofía. Centro mexicano de estudios culturales; México D.F, 2001.
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TIRADO, A. R. - La identidad personal y el pensamiento auto – consciente. Universidad Nacional Autónoma de México; México D.F., 1993.
WILLIAMS, Bernard – Problems of the self:philosophical papers 1956-1972. Cambridge University Press. Inglaterra, 1999.
WITTGENSTEIN, Ludwig. Investigaciones filosóficas. Unversidad Nacional Autónoma de México; México D.F., 1998.

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